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21 de abril de 2011

Las palabras más utilizadas en mis novelas

Resulta que hace un tiempo hice un programa que calculaba cuales eran las palabras más utilizadas en mis dos novelas. Está bueno porque después analizando la información surgen varios datos curiosos que son interesantes de observar. Como la obsesión que puede llegar a tener el escritor con cierta palabra, o cual es el verbo más utilizado, o que personaje aparece más nombrado que otro.

Con ustedes, los resultados.

FRÁGIL

Datos curiosos:

- Cantidad total de palabras: 51883. Palabras únicas: 6169.
- La palabra mas utilizada es DE (2251 apariciones)
- El personaje que más veces aparece nombrado es LUCÍA (210). Le siguen MATÍAS (207), MARTÍN (206) y SANDRA (203). En el fondo del podio RICARDO (49)
- Los sustantivos más utilizados son TAXI (110) y CELULAR (89).
- Las palabras VOS y VOZ son utilizadas igual cantidad de veces (53)
- La palabra PUTA aparece 35 veces.
- La palabra SUERTE 29 veces. En contraste, la palabra DIOS sólo 5.
- Por cada "6,5" palabras NO aparece una palabra SÍ.


LA APARIENCIA NO ES SINCERA

Datos curiosos:

- Cantidad total de palabras: 17068. Palabras únicas: 3175.
- La palabra mas utilizada es DE (642)
- Sofía le gano a Diego. 162 apariciones contra 114.
- Los sustantivos más utilizados son OJOS (53), MANUSCRITO (38) y MESA (37). Cerca del podio quedó CIGARRILLO (34).
- La palabra APARIENCIA aparece 37 veces.
- LLUVIA, 24 apariciones. MAGIA justo la mitad (12).
- Las palabras SÍ y SI son utlizadas igual cantidad de veces (85)
- El verbo en infinitivo mas utilizado es VER (26). La palabra SER aparece más veces (38) pero no creo que haya sido siempre como verbo.
- Por cada 3,84 palabras "NO" aparece un "SÍ".


Les recuerdo a todos los que le interese comprar alguna de mis novelas que se encuentran a la venta en estos lugares y que además hago entregas gratis a toda capital federal (pueden solicitarlo por mail o firmando el blog).

¡Hasta la próxima!
Dema.

5 de abril de 2011

El cieguito

Yo tuve la suerte de conocer a mis cuatro abuelos. Los amé a todos y de cada uno tengo recuerdos imborrables, pero por esas vicisitudes de la vida con quien quizás más cosas comparti fue con mi abuela materna. Yeye, como le decíamos en la familia.

Esta anécdota que voy a contar arrancó cuando yo era chico y tenía entre cinco y siete años. Recuerdo que ella se había caído y lastimado la cadera, por lo cual no podía moverse mucho de la cama. Como a mi lo que más me gustaba en el mundo era jugar con mi abuela, decidí inventar un juego en el que los dos pudieramos participar sin que ella tuviese que moverse. Lo denominé "El Cieguito".

El juego consistía basicamente en que yo escondía muchos de mis muñecos en un mueble sin que ella mirase. Luego me tapaba los ojos y mi abuela, desde la cama, los buscaba con la mirada y entonces me iba guiando hacia el mueble para que los encontrase. Yo los ponía detrás de los portaretratos, escondidos arriba de los libros, en rincones oscuros. Y ella me iba guiando: "Un paso para adelante, estirá la mano derecha, arriba, ahora más abajo, ahí, ¡bien!". Así pasamos inumerables tardes que continuaron a pesar de que ella estaba recuperada y podía moverse con total libertad por la casa.

A medida que iba creciendo sentí las ganas de seguir jugando ese juego pero las reglas empezaron a aburrirme. Ya no le hacía tanto caso a mi papel de cieguito y, siempre intentando que mi abuela no lo notase (aunque ahora estoy seguro que igual lo hacía), comencé a abrir los ojos para encontrar más rápido los muñecos. También me esforzaba menos en esconderlos; si antes estaban detrás de los portaretratos, ahora aparecían al costado, arriba o directamente adelante.

Los años siguieron pasando y con el transcurso de los mismos terminamos por abandorar el juego por completo. Creo que una vez, cuando yo estaba en la secundaria, recordé el juego y se me dio por intentar que jugasemos una vez más. El resultado fue espantoso; a los pocos minutos de iniciado, me ganó la vergüenza y dejé la habitación, dejando a mi abuela y sus indicaciones abandonadas mientras me iba a ver algo de tele en la otra pieza.

Ahora estoy más grande, tengo 24 años y un trecho recorrido. Mi abuela falleció el año pasado y desde entonces que una melancolía enorme (más enorme que la que ya tenía) me acompaña. A veces no puedo dormir, otras (la mayoría) me duermo y me cuesta despertar. A veces sueño con ella y eso es excusa suficiente como para no querer salir de la cama. Me arrepiento de tantas veces que le contesté mal, o de momentos que pude haber compartido y no compartí. Me arrepiento de no haber hablado más con ella, o de no haberla escuchado en determinados momentos. Y, en noches de insomnio como las de hoy, me arrepiento de no haber jugado más a nuestros juegos.

Pero las noches de insomnio también sirven para aportar claridad. Y es en ellas que llego a muchas conclusiones. Y a la que llegué hoy es la siguiente: No es ni malo ni grave que hayamos abandonado ese juego. En realidad, el juego representaba exactamente lo que crecer significa. Cuando era más chico, necesitaba que mi abuela me guiase. Luego, a medida que fui creciendo, sus indicaciones ya no eran necesarias por lo que me había enseñado ya era parte de mí. De adolescente, se me hizo hora de abandonar el metafórico nido, y el juego quedó en el pasado pero no en el olvido.

Y entonces comprendo que hoy también me acompaña. Desde el corazón, desde el alma, desde los recuerdos. Como cuando tenía cinco años. Sentada en la cama y diciendo: "Bien, un paso adelante, ahora a la izquierda, otro paso más adelantes". Porque la realidad es que todos somos ciegos y necesitamos que al principio nos guien. Además, si no fuera por las personas amadas, quizás nunca aprenderíamos a ver.

Donde quieras que estés, gracias.