Hola gente amiga, conocida y por conocer, bienvenidos a mi blog. Para los que me conozcan y para los que no, me voy a presentar, contando una no tan breve biografía de quién soy.
2006, de mochilero en San Martín de los Andes. Me llamo Mariano de María, soy Argentino y nací el 21 de junio de 1986, por lo cual mientras escribo estas palabras tengo 22 años. Estudio Ingenieria de Sistemas en la UTN y trabajo como programador en una consultora de SAP. Bueno, ahora que ya cubrimos las cinco preguntas típicas... Vamos a quien realmente soy.
Todo el mundo me conoce por Dema, mi sobrenombre. Soy natal de Parque Patricios y tengo por mi barrio un amor inmenso. Estudié teatro un par de veces y fui a talleres literarios. Me encanta leer, y si hay algo que me gusta más que leer, es escribir.
Con Danny en Villa Traful A una edad que hoy no puedo precisar exactamente descubrí que me gustaba escribir. Que me encantaba escribir. Es algo que me atrapa, que me libera, que me permite plasmar todo lo que siento y pienso.
Cuando tenía catorce años escribí un pequeño texto títulado "Reflexión Personal". Se lo mostré a mi familia y les gustó mucho. Hasta el día de hoy mi abuela materna guarda una copia de ese texto en su mesita de luz.
Mi abuela, en navidad. No sé qué tiene que ver la foto pero como me gusta la quería subir :p. A mi tía (hermana de mi mamá) le gustó tanto el texto que lo mandó a un programa de radio (Entre vos y yo, de Estaban Mirol). Esa noche yo estaba en casa cuando de pronto sonó el teléfono. Era mi tía. Emocionada me pidió que ponga la radio, que estaban leyendo mi texto. Yo no lo podía creer, apurado fui hasta el minicomponente y sintonicé la estación. Todavía recuerdo la pausada voz del locutor diciendo "...lo único que sé es que si esa voz interior, si ese pedazo de vos que te dice "No cometas errores" está tranquila, sé que estoy llenando el frasco..." ¡Era mi texto! Eran mis palabras en la voz de alguien más. No lo podía creer. Ese día sentí una alegría que no se podía comparar con nada, una alegría muy distinta a la que me podía generar una playstation, o un televisor. Creo que ese día fue el que me di cuenta que quería ser escritor.
Pero entre ese día y este hay un gran espacio. Continue escribiendo pero como algo complementario, mis prioridades me indicaban que primero venía el estudio y después lo que realmente quería hacer. Así fue que terminé la secundaria y, sin demasiada idea, empecé a estudiar Ingeniería de Sistemas en la UTN. Era el año 2004.
Mi libreta de la Facu Tuve un primer año muy bueno, en el que aprobé todas las materias. A mitad de ese año empecé algo que puede sonar hasta gracioso pero, en realidad, fue una de las cosas que me hicieron llegar hasta donde estoy hoy:
- Me creé un Fotolog.
Mi fotolog hace un par de años Era el año 2004, los "mediáticos floggers" no existían, y las cosas eran muy distintas. Utilizaba esa página para escribir, no era mi intención subir fotos sino darle rienda suelta a mi locura. Escribía monólogos, reflexiones, cualquier cosa que pasaba por mi cabeza. Mentiría si hoy no dijese que al principio mi fotolog rozaba los límites de un diario íntimo. Pero escribiendo así en esa página volvió a germinar la semilla del escritor. Me empecé a cruzar con gente que leía lo que hacía y le gustaba y conocí a un montón de gente hermosa (amigos del alma que hasta el día de hoy permanecen). Fue esta página, boba o no, la que me ayudó a volver a lo que me gustaba.
En noviembre de 2004 empecé a trabajar en el Supermercado Eki (hoy "Super Eki"). Era un trabajo de mierda pero yo era feliz porque cada día que volvía de trabajar llegaba con mil ideas para escribir. En esa epoca era como una esponja con patas que absorbía todo lo que le llegaba.
Yo con el uniforme de EKI En enero de 2005 me fui a Mar del Plata con mis amigos. Estando allá vi la obra "Una noche en Carlos Paz" de Capusotto y Alberti. Fue una obra que me encantó, que me hizo reir y, sobre todo, me transmitió una especie de energía que me hipnotizo tanto que me dieron ganas de buscarla para reclamarla como propia. Cuando salí de la obra lo miré a mi amigo y le dije:
- Voy a dejar la facultad y estudiar teatro.
Fabio Alberti en Una noche en Carlos Paz En ese momento lo sentí, realmente creí que iba a poder hacerlo. Volví a la ciudad con toda esa magia dentro mio, dejé la facultad y lo intenté. Lo intenté y fracasé como el mejor. Empecé un taller de teatro muy lindo pero sin demasiado futuro. También había empezado un taller literario. Dejé ambos. En julio de ese año estaba entrando a la UTN, anotándome para cursar algunas materias en el segundo cuatrimestre.
Pero no todas fueron pálidas en esa época. Escribí varios cuentos ("Todos Miraron", "Pálimier") y actualicé el fotolog casi todos los días. También participe en un festival organizado por el gobierno (El festival de arte joven SUB-18) y uno de mis cuentos ("Escena") fue seleccionado finalista y lo editaron en un cuadernito del festival. Hasta fui al festival y leyeron mi cuento en frente de un grupo de gente!. De una forma u otra, tenía dentro mio esa energía conseguida en la costa, esa energía que cada vez era menos.
El cuaderno del festival donde editaron mi cuento Los meses pasaron, cambié de trabajo (Café Aroma, primero el del Shopping Abasto, después el de Avenida Corrientes y Callao) y, de a poco, empecé a escribir menos. No fue algo planeado, fue sólo algo que pasó. Llegué a pasarla bastante mal en esa época, un rejunte de problemas personales/familiares sumado a la insatisfacción de ser conciente que no era feliz con lo que estaba haciendo me hundieron. Me hundieron en una mediocridad de aceptar lo que hacía sin animarme a intentar algo más. ¿Y por qué lo iba a intentar? Si ya lo había hecho y había fracasado, si por culpa de esas decisiones me encontraba deprimido, ¿Realmente me iba a arriesgar otra vez?
Yo trabajando en Café Aroma La respuesta es sí. Tomando las palabras de Pico, protagonista de una novela inconclusa, "Todos necesitamos perder la fe alguna vez", y si de algo sirvió todo aquel dolor fue para volver a estar seguro de lo que quería. Y fue un proceso.
En el 2006 renuncié al Café Aroma y por un tiempo me dediqué a la facultad y a buscar lo que me hacía feliz. En Julio de ese año conseguí un buen trabajo en una consultora de sistemas (mi trabajo actual) que, aunque por un lado alieniza, tiene muchas cosas buenas, como el hecho de que no me pelotudiza obligándome a usar un uniforme y repetir tareas como un robot, sino que me obliga a explotar mi creatividad y mi inteligencia. De a poco comenzaban a enderazarse las cosas, tenía un buen trabajo, me iba bien en la facultad, y estaba en pareja con una persona increíblemente hermosa. De esta conjunción de variables surgió la tranquilidad necesaria para volver a intentar ser la persona que quería ser. Para volver a escribir.
Un día estaba yendo en el 114 desde mi trabajo a la UTN, en Villa Lugano. Tenía un precario MP3 en el que había cargado los discos de No te va gustar. Era mi primer acercamiento a esa banda. Dado que era un viaje de casi dos horas, y como iba sentado, me quedé dormido escuchando música. Cuando me desperte, escuché una frase que me llegó como si no sólo fuera un mensaje, sino también una señal. La frase decía:
- El norte no va a estar arriba, va a ser todo sur.
La canción era
"No hay dolor". Me quedé escuchando hipnotizado, sintiendo que dentro mio algo volvía a nacer. Tomé un cuaderno y, en la incomodidad del 114, comencé a escribir. Esas anotaciones aleatorias después se transformaron en "Siempre Sur", mi primer intento de novela. Y aunque todavía no la terminé (26 capítulos escritos y muchos más por escribirse), esa novela fue una de las tantas variables que me devolvieron a la escritura.
Una de las primeras versiones impresas de Siempre Sur Y la vida continuo, porque a diferencia de las peliculas de Hollywood que condensan en dos horas los logros y fracasos de sus personajes, en la vida real las cosas a veces son más lentas. Y tardan en llegar. Pero llegan.
En el 2007, por medio de la consultora, comencé a trabajar para Editorial Sudamericana, en la parte de Sistemas. Uno de los chicos de sistemas de la editorial (yo no era de la editorial, estaba, por decirlo de alguna manera, "terciarizado"), se enteró que escribía y me pregunto por qué no me atrevía a mostrarle algo a alguna de las editoras de ahí. Se había enterado que estaba escribiendo una novela y me insistió en que la terminase y la presente. Yo, avergonzado, dije que no, que no me sentía listo.
Yo trabajando en las oficinas de la Editorial Sin embargo, un par de semanas después empecé a escribir una nueva novela. Esa novela se llamaba,
La apariencia no es sincera. Acá voy a hacer una pausa para comentar que, a igual que muchos escritores, sufría el síndrome de no poder terminar las historias que empezaba. Lo más largo que había terminado tenía menos de 25 hojas ("Me quiero ir"). La apariencia no es sincera fue la primer novela (en realidad es una nouvelle, una novela corta) que terminé. Tenía 50 hojas y yo sentía como si hubiese terminado de escribir el Ulises.
Volví a hablar con el chico de sistemas de la editorial y le mandé mi novela a una de las editoras de la editorial. No sé realmente que esperaba conseguir con eso... Ahora, viéndolo a la distancia, quería convencerme a mi mismo de que yo podía meterme en ese mundo, más que realmente lograr que me publicasen.
Luego de un mes de espera, la editora me llamó. Nos juntamos, hablamos y me dijo que mi novela le había gustado. Pero que no la iban a publicar. Fue, honestamente, lo mejor que me podían haber dicho. Era la medida justa como para sentir confianza sin "dormirme en los laureles". Le agradecí todo lo que hizo por mí y, en vez de volver a la oficina, me fui a caminar un rato por el parque. Estaba un poco triste, no voy a mentir, pero no estaba decepcionado. Y la tristeza, sin decepción, a veces es una cosa buena.
Ese año, en Mar del Plata La vida continuo, los meses pasaron y las hojas también. Un día que ahora no puedo ubicar en el tiempo estaba acostado al lado de mi novia, mirando el techo y charlando del futuro. Tonteando como tontean dos personas enamoradas, yo le dije que cuando se recibiera, nuestros hijos le iban a decir "Hola, Mamá psicóloga". (Por si el lector no se dio cuenta, mi novia estaba estudiando psicología en la UBA). A ella le gustó mucho mi comentario y en respuesta me dijo:
- Y cuando nuestros hijos te miren a vos van a decirte papá escritor.
Ningún hombre es una isla. Hay veces que necesitamos vernos reflejados en los ojos de los demás para recordar quienes somos. Lo que acabo de relatar, cursi o no, tierno o pelotudo, da el ejemplo. En abril de 2008, por cuestiones de trabajo, viajé a España. Estuve cuarenta días trabajando en Barcelona y después, con la plata que ahorré, me fui una semana de vacaciones a París. Fue una semana en la que estuve completamente solo, sin comunicación alguna con el mundo exterior.
Mi cara de turista pelotudo con la Torre Eiffel de fondo Después, en octubre del mismo año, viajé a México, también por trabajo. La conjunción de los dos viajes, más la cantidad de cambios que sufrí en mi vida durante ese año, terminaron de enderezarme hacia el camino que quería tomar. Durante el transcurso de esta "búsqueda" pasé por mil estados, tuve la posibilidad de irme a vivir a España, de cambiar de carrera, de muchas otras cosas hasta que finalmente encontré lo que verdaderamente quería. Yo quería ser escritor. Yo quiero ser escritor.
En Taxco, México Cuando volví de México, volví con una idea bien clara. Lo iba a intentar. Tres años atrás, cuando "dejé todo" por lo que sentía, solamente seguí un impulso, lindo y verdadero, pero solamente impulso al fin. Si esta vez lo quería hacer bien, iba a tener que sumarle a mi impulso mucho trabajo.
Y se lo sumé. Escribí una novela titulado
Frágil (el doble de larga que La apariencia no es sincera) y comencé a introducirme en el mundo de la edición. Mi intención era sólo una: me iba a editar de forma independiente y salir a vender los libros por la calle. Con dos novelas en la mano, empecé a averiguar en editoriales pequeñas e imprentas. Luego de dos meses de comparar precios, calidad y servicios, me decidí por
Lafur, una imprenta de mi barrio, cuyo dueño (Hernán, más conocido como "El Tano"), cuando se enteró lo que quería hacer me apoyó en un cien por ciento, dándome las ganas y energías que quizás por cansancio se podían llegar a ir.
Y con todo ese decidido, empecé. Tramité el ISBN, diagramé el interior del libro, corregí con ayuda el libro, junto a mi hermano diseñamos las tapas, elegi tipo de papel, tipografía, tamaño de las letras, y tirada total. Quinientos ejemplares de cada novela. Mil libros, en total.
Foto de la primera versión de las tapas Luego de muchas charlas con la gente de Lafur (a quienes agradezco infinitamente la onda que le pusieron) y de diseñar o cambiar algunas cosas, llegó el momento decisivo. Hace un par de días fui a la imprenta y les entregué la última versión de todos los archivos. Ahora es solo cuestion de esperar.
¿Y esto cómo sigue? Bueno, ahora viene la parte más difícil, aunque todo es difícil cuando se persigue lo que realmente se quiere. Ahora será cuestión de encontrar las energías para salir todos los días a la calle a vender los libros, pararse en una plaza todo un fin de semana, o sortear los laberintos del subte con un discurso armado para la ocasión. No estoy buscando con esto llenarme de plata, ni plantarme en una posición rebelde frente a la grandes editoriales, mucho menos renunciar a mi trabajo en la consultora.
Lo que estoy buscando ya lo encontré. Ahora es sólo cuestión de seguir :).
En los Jardines de Versalles, Francia Y bueno... Creo que si alguien llegó hasta este punto comprenderá rapidamente que escribí esto no sólo como biografía sino también como ejercicio propio, para poder ver todo el camino que recorrí. Dejé afuera un montón de cosas, charlas, momentos, gente que siempre estuvo, gente que me ayudó en momentos jodidos y a los cuales estoy infinitamente agradecido. Pero bueno, como un resumen, una especie de acercamiento a quién soy, creo que sirve.
Gracias por leerme gente amiga, conocida y por conocer. Y de nuevo, ¡Bienvenidos a mi Blog!
Los quiere y los espera.
Dema.