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29 de abril de 2009

Cuento Gratis - Chica en Topless

¡Hola a todos! Les dejo acá este cuento que por estos días está cumpliendo su primer año de vida.

Como siempre, para los que deseen tenerlo en PDF, acá les dejo las opciones de descarga:
Opción 1 - Rapidshare
Opción 2 - Mediafire
Opción 3 - Pedir por e-mail a mariano.demaria[arroba]gmail[punto]com (o click acá).

CHICA EN TOPLESS

Quizás ya estaba pactado desde siempre, quizás las tendencias costumbristas se encuentren ordenadas en algún lado de tal forma que una anule a la otra, o mejor dicho, una muela a palos en la playa a la otra, y de esta manera resarcir algo que no se debe hacer, algo que remueve las tripas pero al mismo tiempo mueve un hilo profundo de perversión que a todos intriga, o excita, o despierta curiosidad, morbo, cualquiera de esos sentimientos capaces de tomar el pan, pedir la sal y en la sobremesa contar no sabés lo que pasó.

Porque son claras las cosas luego de que suceden, cuando los estereotipos se meten como diagonales a cubrir los huecos y cualquier historia es la misma historia ya contada mil veces, cuando las respuestas son las ya pactadas desde la pregunta, y cuando la reacción en cadena ya conoce los eslabones. Pero cuando sucede, mientras sucede, cuando el instante es la arena entre los dedos, cuando el instante es esta playa de España, ¿cómo construir la cadena si los eslabones todavía no existen?


En este instante, en esta arena cediendo lugar a los pies, en este sol de domingo, los eslabones son personas, es el hombre sentado leyendo un libro, la mujer tomando sol en topless, aquel niño entrando al Mediterráneo. Pero no hay nada en este momento que pueda predecir (aunque, de nuevo, quizás ya estaba pactado desde siempre) al joven de pantalones largos dentro del baño público, a la gota de sudor naciéndole en la frente, la testosterona acumulándose en los ojos, esa mano nerviosa dentro del pantalón.

Y si mi cuerpo se cansa y decide sentarse en la arena, seguir con la vista al niño saliendo del mar, verlo recibir con alegría el preciso toallón de su madre que lo abriga y protege del sol, ¿cómo sospechar que yo también seré un eslabón? ¿Cómo creer en el azar si lo fortuito tarde o temprano lo liquida?


Pero en este momento yo estoy acá, y a un par de metros está el hombre leyendo el libro y más allá la chica en topless, sus redondos pechos como dos suaves caricias de la mano bajo el sol. Y si el hombre al dar vuelta una página levanta la vista y descubre a la chica, y si yo sin vergüenza la observo como él, si ambos somos una sola mirada posada sobre su torso desnudo, su bronceada piel, su belleza femenina, no deja ser la misma historia de todos los días, con otro hombre, otra chica y otro yo, nada fuera de lo común, nada que haga tomar el pan, pedir la sal y de pronto contar que.


Para eso se necesita un joven de pantalones largos dentro de un baño público (esto me lo enteraría después, es invisible su presencia para mí en el ahora), se necesita su mano dentro del pantalón y la testosterona en los ojos, acumulada, el frenético subir y bajar, el punto justo que no se puede adelantar, un poco más y hasta ahí, no, sí, un poco más, la imagen en su mente que es como una foto más fiel que la propia realidad, y el poco más que se queda sin más, y sin poco, el punto justo donde todo se establece, y entonces la chica en topless que pasa las manos por su panza para limpiarse la arena, el hombre que se muerde el labio y retorna a su libro, yo que sonrío tan acostumbrado, y con mi sonrisa alguien que pasa a mi lado, nuevos pies en la arena, nuevos instantes haciéndose por primera vez, un joven con sus pantalones largos, un joven corriendo sobre la arena, el hombre que levanta la vista cuando el joven pasa por su lado, cuando el joven comienza a aflojarse sus pantalones y entonces la chica en topless que vuelve a cerrar los ojos, y todo es tan sincronizado, tan puntual, que sus ojos se cierran y el joven llega hasta su lugar, con audacia y rapidez (sobre todo rapidez) se detiene al costado de ella, casi que se arrodilla, sus pantalones caen, y esa mano que se posa sobre si mismo, y ese subir y bajar que liquida el poco más, y un grito ahogado que no termina de nacer, la chica en topless que incrédula abre los ojos, la blanca esperma resbalando por sus pechos, la perversión hecha eslabón, y el joven de pantalones largos que rápidamente se sube los pantalones y empieza a correr, pero no tiene sentido que corra, si el hombre ya ha dejado el libro y lo persigue, si yo voy detrás del hombre y un tercero que aparece desde algún otro lugar choca con el joven, lo empuja contra la arena, y los instantes ya no son pies caminando, son patadas y trompadas, el cuerpo del joven recibiendo todos los golpes, la chica en topless que pasa las manos por su cuerpo tratando de limpiarse, todo es arena, todo es pegajoso, la histeria infinita, el llanto reprimido, el buzo que busca para taparse los senos antes de empezar a gritar, gritos que nos hacen golpear con más fuerza, como si su grito fuera una justificación de nuestra ataque, una especie de validación, de permiso. Y cada golpe que le damos al joven es en realidad un pedido de pasame el pan, y cada gota de sangre que deja caer es en realidad un tomá la sal, y aunque una amiga que estaba en el mar se acerque a la chica en topless y la ayude a vestirse y ambas se vayan, aunque el joven quede inconciente en la arena y con el hombre y el tercero nos sintamos satisfechos de haber equilibrado, de alguna manera, esa extraña balanza de costumbres, aunque la reacción nos haya hecho repentinos héroes, en realidad nada es diferente, en realidad lo único nuevo es la perversión que surge al pensar, pero después todo es lo mismo, todo es un cubrir huecos con estereotipos, todo es en realidad una mesa larga y un almuerzo, todo se reduce a comer ese pedazo de pan y decir:
–Entonces se baja los pantalones y se termina de masturbar ahí mismo encima de la chica en topless.

Y que en la otro punta de la mesa, el que pidió la sal la eche sobre su comida, la distribuya un poco con el tenedor y diga:
–¡No lo puedo creer!, yo ahí mismo lo agarro al joven ese y lo mato a trompadas.
Y entonces todo eslabón se solidifica, y entonces ya nada puede romper la realidad.

2 comentarios:

Nachitous dijo...

Muy bueno

mabel casas dijo...

muy buen manejo de las dimensiones temporales y espaciales, en dos faces del instante
la acción sucediendo
la reflexión como en off del narrador

y la metáfora del pan y la sal
que lo mete en el no pasa nada, pasa! te lo cuento, ya fue
nada cambió o si?
saludos